Con la llegada del COVID-19 a la educación nos hemos visto obligados a una transformación educativa donde las aulas presenciales, los compañeros, el recreo, los juegos… han dado lugar a unas aulas virtuales.
Profesores, alumnos y, por ende, sus familias, han tenido que adaptarse a marchas forzadas a una nueva forma de enseñar en la que aspectos emocionales del aprendizaje como la mirada, el contacto, la compañía, la interacción … se eliminan para dar lugar a la vía digital como único medio de conexión entre docentes, alumnos y familias.
Todos somos consciente que el caos educativo que estamos viviendo, necesitaba de respuestas inmediatas para poder dar una solución a este “yo aprendo en casa”. Reconocemos y valoramos el enorme esfuerzo que están haciendo las escuelas y su profesorado sin la formación, las herramientas o la metodología adecuada. ¿Pero hemos pensado en la diversidad de nuestras aulas? ¿Con esta solución podemos atender y orientar de manera individualizada las necesidades de cada estudiante?
Son muchas las incógnitas que este escenario tan complejo nos lleva a preguntarnos si estamos garantizando la enseñanza de las personas con discapacidad y si la tecnología puede solventar la atención más personalizada de los alumnos con necesidades educativas especiales. .Muchos estudiantes necesitan de los apoyos para eliminar la discrepancia entre sus habilidades y las demandas de esta enseñanza online. Mandamos deberes para que aprendan en casa pero ahora sin ayudas, sin apoyos, sin guiar qué se hace y como se hace. Son las familias las que ahora se encuentran con el reto de acompañar a sus hijos en el día a día de esta nueva y precipitada situación.
Tenemos como única vía de aprendizaje las clases virtuales pero ¿con formatos accesible para todos? ¿Estamos garantizando el carácter inclusivo de los programas de aprendizaje a distancia? ¿O desde la improvisación estamos replicando metodologías del aula presencial que dejan fuera a los alumnos más vulnerables? Es importante que este tema no sea invisible. El alumnado con discapacidad intelectual es uno de los que sufre en mayor grado la brecha económica y digital, a lo que se une la cognitiva y de accesibilidad. Así es imposible garantizar la igualdad de oportunidades.
Por otro lado, hemos puesto toda nuestra atención en el despliegue de soluciones de enseñanza a distancia, pero ¿nos estamos olvidando de ayudar a nuestros alumnos en el plano emocional? Ahora más que nunca es necesario desarrollar tareas con un enfoque en las competencias emocionales así como un Plan de Acción Tutorial Emocional. No podemos subestimar el impacto psicológico que esta nueva situación tiene y tendrá en nuestros alumnos. El estado de cuarentena conlleva en sí mismo un cambio no sólo de la metodología, la tecnología, del canal o de la forma en cómo educar a los alumnos, sino que también ha fragmentado los vínculos, la atención y la asistencia al alumnado, la comunicación, las relaciones sociales...
Es el momento de garantizar la educación inclusiva, de transformar las dificultades en retos, de adaptarse a los cambios y de salir fortalecido con más capacidades y recursos. Tenemos que ofrecer diferentes materiales virtuales complementarios, una “carta de actividades de aprendizajes”, para que cada alumno pueda elegir lo que hacer según sus intereses y motivaciones, trabajando un mismo contenido desde múltiples perspectivas, de adaptación a diversas necesidades y ritmos...
En este escenario tan complejo y difícil de predecir, donde hay muchas incertidumbres y bastantes incógnitas, la única certeza que tenemos es que todos los alumnos pasarán al curso siguiente de forma generalizada, salvo excepciones que considerará el profesor basándose en el desempeño del alumno a lo largo del resto del curso. ¿Serán entonces los alumnos con discapacidad intelectual los casos excepcionales?
Es el momento que la administraciones ayuden aportando claridad y un rumbo en relación al alumnado con necesidades educativas especiales. Hay que garantizar la equidad y la calidad de nuestro sistema educativo sin dejar a nadie atrás. Si todos alumnos pasaran de curso de forma generalizada para eliminar las desigualdades entre los estudiantes, los alumnos con discapacidad no deben ser la excepción.
La enseñanza online es acompañamiento y no podemos exigir al alumnado con discapacidad la adquisición de contenidos curriculares como si estuviéramos con ellos. Tenemos que modificar la evaluación del alumnado y tener presente que las posibles carencias “no son achacable al alumnado”.
Queremos una escuela inclusiva en la que todos tienen cabida. Pero no hemos cuidado que las herramientas que proponemos sean accesibles a todos nuestros escolares. Tampoco hemos tenido en cuenta la motivación de nuestros alumnos para trabajar de forma independiente frente a una pantalla, la pérdida de la rutina diaria que proporciona la escuela y el distanciamiento social que para muchos estudiantes con discapacidades es una enorme barrera ya estos requieren exactamente de lo contrario: una red fuerte y estrecha de personas que apoyen necesidades que a menudo son diversas y complejas.
La falta de equidad del sistema ha puesto de manifiesto que el cierre de escuelas ha afectado más a los alumnos vulnerables y que los alumnos con discapacidad no han podido acceder en las mismas condiciones a la educación a distancia ofrecida.
Esperamos que las personas con discapacidad no sean la excepción de esta pandemia.