Pandemia y discapacidad: amenazas y oportunidades


Agustín Huete, sociólogo y miembro del Instituto Universitario de Integración en la Comunidad (INICO) de la Universidad de Salamanca

Tal como ha reconocido recientemente el Secretario General de Naciones Unidas, la pandemia COVID-19 está intensificando las desigualdades experimentadas por millones de personas en el mundo, incluidas las personas con discapacidad que están siendo víctimas de discriminación ya desde el momento de recibir tratamiento. La propia Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha mostrado su preocupación sobre si la vida de las personas con discapacidad puede haber tenido un “peso diferente al de otras durante esta pandemia".

En el terreno de la prevención, atender algo tan simple como las medidas básicas para evitar el contagio (la higiene de manos y la distancia social) son en si mismas una dificultad para personas con discapacidad con grandes necesidades de apoyo, obligadas a un contacto permanente para realizar cualquier actividad básica o instrumental de la vida diaria.

Otro tema importante es el de la provisión de información de manera inclusiva. Por un lado, el más obvio, en relación con los protocolos, guías, y otros elementos de información, afectados con frecuencia por problemas de accesibilidad para personas con discapacidades de la visión, audición o cognitivas. Por otro, en relación con la generación, acumulación y difusión de información estadística general sobre la pandemia, en los que de manera generalizada se ha obviado la población con discapacidad.

Por último resulta relevante, tal como ha mostrado la Fundación CERMI Mujeres en una guía publicada con ocasión de la crisis COVID-19, que la emergencia sanitaria conlleva un aumento del riesgo de violencia machista y sexual, con especial incidencia entre las mujeres con discapacidad.

Valgan esos pocos ejemplos para mostrar que, efectivamente, las personas con discapacidad sufren de manera extraordinaria en momentos de crisis como esta, y que, sin no se planifican bien, las medidas diseñadas para frenar la propagación de la enfermedad y evitar el colapso de los sistemas de salud pueden, efectivamente, estar empeorando las desigualdades sociales.

Ahora bien, ¿es posible reflesionar sobre la crisis COVID-19 en otros sentidos ,no siempre negativos, en relación con las pesonas con discapacidad y sus familias? Vale la pena, al menos, intentarlo:

El confinamiento y de las medidas de protección dictadas posteriormente, suponen la pérdida -impuesta pero consentida- de grandes cuotas de autonomía personal de millones de personas a la vez y su éxito o fracaso está dependido en buena medida de algo tan sencillo como el consentimiento y la aceptación de su cumplimiento por parte de la población.

Especialmente importante resulta esto de la aceptación o el consentimiento. Son muchos los investigadores sociales que han demostrado que resutla imprescindible la voluntad de las minorías étnicas para sostener el racismo, o la complicidad de las mujeres para sostener el machismo. Igualmente, en muchos estudios que hemos realizado con metodología cualitativa sobre personas con discapacidad hemos encontrado ese “acomodamiento” de las propias personas con discapacidad y sus familias a una situación de desventaja impuesta, sine die en la mayoría de los casos.

Quienes por razones personales o profesionales conocemos la discriminación por discapacidad, a menudo sentimos frustración por lo difícil que resulta no ya su erradicación, siquiera su contención. Es abrumadora la frecuencia con que, una y otra vez, nos encontramos ejemplos de discriminación por discapacidad en la vida cotidiana, o en los contextos más insospechados. Frustración, que suele ser seguida por una constatación: es necesario explicar más y mejor la discriminación por discapacidad, sobre todo, a las personas que ignoran totalmente su existencia.

El gran experimento del confinamiento y las siguientes medidas de protección, pueden haber servido para que millones de personas, a la vez, experimenten qué significa vivir en situación de discriminación por discapacidad. Cualquier forma de discriminación en realidad.

Los estudios sociales de la discapacidad han demostrado que la discriminación por discapacidad supone precisamente una pérdida generalizada de la autonomía personal, basada en: la primacía de lo médico sobre lo social, el aislamiento mediante barreras para el uso del espacio y el conocimiento público, la pérdida grave de oportunidades laborales independientemente de la cualificación o la pujanza de la economía, la pérdida de oportunidades para tomar decisiones sobre la propia vida y ello , “por el bien” de las propias personas con discapacidad y, en muchos casos, con su consentimiento.

Es decir, lo que toda la población está sufriendo en estos meses se parece, mucho, a lo que sufren las personas con discapaciad a lo largo de su vida. Lo que toca ahora, y cuanto antes mejor para que no se pierda la memoria, es intentar aprovechar la experiencia vivida por tantas personas, como ejemplo de lo que supone vivir con una desventaja impuesta, y, generalmente, aceptada.

Y, además, aprovecharlo para que muchas personas sin discapacidad tomen nota y ejemplo de competencias básicas para la supervivencia en un contexto de altas restricciones, que las personas con discapacidad tienen más que dominadas. Dicho de otra forma, para que, al menos por una vez, las personas con discapacidad puedan ser consideradas como valiosas integrantes de la sociedad, por su experiencia, conocimiento y habilidad para adaptarse y sobrevivir en tiempos de pandemia. 

 


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