La importancia de la Atención Temprana
Isidoro Candel, experto en Atención Temprana de DOWN ESPAÑA
La atención temprana hace referencia a una serie de intervenciones que van dirigidas al niño, a su familia y al entorno inmediato durante los primeros años de su vida. Estas actuaciones no aluden solamente a los objetivos y actividades dirigidos al niño con el fin de potenciar su desarrollo, sino que también comprenden aquéllas encaminadas a mejorar aspectos familiares, sanitarios y sociales. Desde que se pusieron en marcha en España los primeros programas de atención temprana -entonces denominada estimulación precoz-, allá por los años setenta del siglo pasado, ha habido una notable evolución en la fundamentación teórica y en la implementación, de manera que en la actualidad se está insistiendo más en la importancia de la intervención que se lleva a cabo en los entornos en los que se desenvuelve el niño, fundamentalmente en su propio hogar. Así, se trata de ayudar a los padres a ser más competentes y sensibles en las relaciones con sus hijos que tienen algún problema de desarrollo o que están en una situación de alto riesgo.
Es bien sabido que los primeros años de la vida tienen una importancia considerable en la evolución y el desarrollo de una persona, precisamente porque en esas edades tempranas hay una mayor plasticidad cerebral, y también porque entonces se establecen los lazos afectivos que van a posibilitar las relaciones sociales y comunicativas de cada individuo. Por eso es aconsejable que los niños de alto riesgo o los que tienen algún trastorno del desarrollo inicien lo antes posible un programa de atención temprana, con el fin, por un lado, de proporcionarles una estimulación adecuada, y por otro, de orientar a la familia para adaptarse a la situación y crear un entorno favorecedor del desarrollo del niño en todas las facetas. Me gustaría aclarar que, aunque los programas de atención temprana se han revelado beneficiosos tanto para los niños como para sus familias, no constituyen en ningún caso un remedio curativo de carácter definitivo. Conviene tener esto presente para que nadie se cree falsas expectativas que luego tienen unas consecuencias infaustas para todos.
Así pues, en cuanto se detecta algún problema en el desarrollo evolutivo o alguna discapacidad, lo más apropiado es que el niño y su familia empiecen un programa de atención temprana. En muchos casos ese programa se podrá llevar a cabo en un Centro de estimulación (en España, CDIAT: Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana), en el que se atiende al niño en régimen ambulatorio: recibe en el Centro sesiones semanales de estimulación, de fisioterapia, de lenguaje, etc., y también se realiza una atención a padres. Los profesionales de ese Centro orientan a los padres sobre la evolución del bebé y les van facilitando pautas para intervenir en el hogar de una forma apropiada.
Sin embargo, hay ocasiones en los que esta intervención no es posible, por diversas causas. Entonces los padres pueden sentirse solos y desorientados. ¿Qué podemos hacer? No olvidemos que el niño recién nacido y de pocos meses recibe todos los cuidados y atenciones de sus padres y de toda la familia. Así pues, las acciones que éstos llevan a cabo con el pequeño son una fuente continua de estimulación: al alimentarlo, al tomarlo en brazos, cuando le hablan, cuando lo miran, al acariciarlo, cuando le cambian los pañales, cuando lo bañan… Conviene aprovechar esos momentos, esas rutinas diarias, para atraer la atención del niño, para que mueva sus brazos y piernas, para animarlo a que mire a los ojos del adulto y a que siga un objetivo con su vista, para que reaccione y se relaje con la voz de su madre, para que mantenga agarrado en su manecita un dedo de su padre… Como se ve, son acciones muy normales, propias de unos padres con su hijo recién nacido. Por supuesto que será conveniente y necesario que al menos algún profesional vaya supervisando la evolución del niño y proponiendo pautas de intervención de acuerdo con sus progresos y con la dinámica de la familia.
Recuerdo una frase de Cliff Cunningham que no ha perdido actualidad a pesar del paso de los años: “Lo verdaderamente importante en los primeros meses de vida del niño con problemas de desarrollo, es cuidar el ajuste de la familia a la nueva situación y procurar una buena relación padres-hijo, más que preocuparse por ofrecer a los padres largas listas de objetivos pre-académicos”. Suele ocurrir que los padres, que se sienten agobiados, intenten compensar las dificultades de su hijo a base de numerosas sesiones, en la creencia de que la cantidad de estimulación se corresponde con una mejoría en las capacidades del bebé. Aunque comprendemos perfectamente la actitud bienintencionada que subyace en estas acciones, sabemos que la intensidad no es igual a eficacia, y que un exceso de estímulos puede ser incluso contraproducente al crear confusión en los sistemas. Por eso se aconseja una estimulación bien estructurada, basada en las actividades propias del hogar y en las rutinas diarias, lo cual tendrá un significado para el niño al reforzar la funcionalidad de sus acciones.
Ante el retraso en la adquisición de habilidades en las distintas áreas del desarrollo que suelen mostrar los niños con algún trastorno evolutivo, es natural que los padres se desanimen al ver que pasan los meses y su hijo no acaba de conseguir aquel hito tan importante; especialmente se concede particular trascendencia a que el niño ande solo y a que hable. De hecho, muchas de las consultas en los foros van en esta dirección: el pequeño ha cumplido 3 o 4 años y todavía no anda o no aún no dice ninguna palabra. En consecuencia, todos los esfuerzos se van a concentrar en conseguir esos objetivos lo más rápidamente posible, dejando a un lado otros aspectos de enorme importancia para el desarrollo del bebé: que se desplace gateando o caminando con ayuda por la casa; que sea capaz de explorar y descubrir sitios y cosas nuevos; que tenga intención comunicativa para relacionarse con los suyos; que pueda comprender lo que se le dice y establecer asociaciones apropiadas entre los integrantes de su mundo físico y social; que participe en los juegos familiares; que manifieste interés hacia su entorno; que sus reacciones emocionales sean ajustadas; que su juego sea adecuado con una buena atención...
La atención temprana ha jugado un papel trascendental en la intervención de niños con problemas de desarrollo y sus familias al proporcionarles ayuda, orientación y apoyo desde los primeros meses de vida del niño. Su eficacia, más que demostrada, se ha centrado últimamente en evaluar los beneficios que estos programas han tenido en el funcionamiento de las familias. En mi opinión, la principal aportación de la atención temprana tiene que ver con el hecho de que los padres se responsabilizaran de su tarea, asumiendo el protagonismo en la crianza y educación de sus hijos con algún trastorno. Es curioso comprobar que esos padres que hace cincuenta años acudieron con sus hijos a los Centros de estimulación precoz, fueran los que luego pelearon por la integración escolar, más tarde por el empleo con apoyo, y después por el acceso de sus hijos a una vida independiente, teniendo siempre en mente su plena inclusión en la sociedad. Al fin y a la postre, éste es el objetivo a largo plazo de la atención temprana, ¿verdad?: conseguir el mayor grado posible de autonomía e independencia de los niños que siguen el programa, cada uno según sus posibilidades.
Isidoro Candel Gil
Febrero de 2021