El mundo se paró el 14 de marzo del 2020, con todas las consecuencias que ya sabemos y conocemos muy bien, ya que nos resulta imposible olvidarlas todavía.
Las personas con síndrome de Down hasta ese momento tenían unas agendas muy apretadas, muchas actividades y una vida social muy concurrida, como teníamos todos antes de la pandemia. Pero, ¿cómo les ha afectado a nuestros hermanos todo esto? ¿Cómo vivieron ellos el confinamiento? ¿Qué papel hemos tenido los hermanos en este largo año?
El día que el mundo se paró muchas familias quedaron encerradas en sus casas, y tras el primer impacto de miedo e incertidumbre, los miembros de esas familias volvieron a reencontrarse. Pudieron pasar más tiempo juntos, disfrutar sin reloj de su compañía mutua, las madres y los padres pudieron ofrecer a sus hijos el tiempo que el ritmo de la vida les niega cada día. Y los hermanos fueron más que nunca amigos. Fueron esa parte fundamental que sólo un hermano puede llenar. Para los que son niños, fueron compañeros de juego, modelos a seguir, grandes estímulos, agentes socializadores. Para los adolescentes aliados, confidentes, referentes, y para los adultos compañía, tertulia, amistad. Todo eso, más que nunca.
Hemos podido gozar de un tiempo precioso y muy valioso para estar juntos, en familia. Para dedicarle a nuestros hermanos, estrechar lazos, plantearnos retos, objetivos a perfeccionar. Hemos podido observar en nuestros hermanos algunos aspectos por mejorar, en los que nosotros podemos ayudarles, y hemos visto también que nos necesitan y que el tiempo invertido en ellos, es tiempo invertido en nuestro bienestar y en el de toda nuestra familia.
Algún día podremos recordar ese tiempo con mucho regocijo, pues las demandas del mundo que vivimos, a veces, no nos dejan dedicarlo a lo que verdaderamente importa.
Creo que todos los que tenemos un hermano con síndrome de Down en nuestra familia, hemos sentido la incertidumbre de cómo va a repercutir en su vida todo lo relacionado con la pandemia. Han dejado de asistir a sus terapias durante un tiempo, tienen menos actividades en las asociaciones debido a las restricciones, y su vida social también se ha visto disminuida. Algunas personas con síndrome de Down, sobre todo jóvenes y adultos, han estado más tiempo solos, han tenido menos oportunidades de relacionarse, y su mundo interior ha podido prevalecer. También se han dado situaciones en las que han pasado miedo por todo lo que pasaba, que su casa se ha convertido en su refugio y volver a vida, les ha resultado muy costoso.
Nosotros desde nuestro papel de hermanos, somos conscientes de que esta situación no es fácil para nadie, y que ellos tienen una circunstancia más compleja, si cabe. Pero también conocemos su capacidad de adaptación, superación y responsabilidad y esos valores también son más valiosos ahora que nunca.
No podemos predecir en qué medida ha afectado a nuestros hermanos todo esto, ni siquiera cómo nos ha afectado a nosotros mismos, si seremos mejores personas cuando esto acabe como se oye por ahí, o seguiremos igual que antes como sociedad. Pero podemos mirar hacia nosotros mismos y comprender que el tiempo juntos, nos hace más fuertes y más dichosos, que nos necesitamos mutuamente y que en lo que nos depare el futuro, que no lo sabemos, lo encararemos como las familias que tenemos un miembro con discapacidad, lo hemos hecho todo hasta ahora, con la superación por bandera.
Nos resultará muy comprensible saber que ahora nuestros hermanos nos necesitan, pero también nosotros a ellos, porque vivimos un tiempo en el que salen a relucir las carencias de la sociedad y también las fortalezas. Nuestros hermanos son, sin duda alguna, una fortaleza de la sociedad, la diversidad siempre lo es.