"Yo no me la quito de momento"


 José María Borrel, experto en Salud y miembro del Comité Médico Experto de DOWN ESPAÑA

Parece que la pandemia por Covid-19 va cediendo, al menos aquí en Europa pues, como siempre, no podemos generalizar. Hay un mundo privilegiado y otro que lucha por subsistir. La economía manda, Don Dinero, y recuerdo que la pobreza es la peor enfermedad, y además el principal factor favorecedor de todas las demás enfermedades.

Pero sí que es cierto que el avance de la vacunación contra este coronavirus está disminuyendo el número de infectados y fallecimientos, aunque todavía sigue provocando muchas muertes de las que llamamos evitables.

La vacunación de las personas con síndrome de Down está resultando tan desconcertante como lo es para la población general. Tenemos 17 sistemas sanitarios y un sinfín de gerencias cada cual haciendo de su capa un sayo. Así, vemos que hay lugares en donde todos los mayores de 16 años llevan meses correctamente vacunados e incluso se cuenta ya con los mayores de 12, mientras que en otros sitios aún quedan mayores de 40 sin protección. No encuentro explicación lógica.

Igualmente el tipo de vacuna inoculada se ha impuesto de diferente modo y criterios no siempre sanitarios. Los hay quienes han sido vacunados con las de ARNm, Pfizzer o Moderna, y quienes han recibido las de vectores virales, Astra-Zéneca o Janssen. Es lamentable que no se hayan aplicado criterios sanitarios para todos de forma racional, pero llegados a este punto, estamos deseando que nos llamen, y al final felices con la que nos toque. Debemos pensar que el mayor daño puede venir de no poner ninguna. Están también las chinas, la rusa..., ciertamente no son todas iguales, tal como nos dice la Agencia Europea del Medicamento, organismo de fiar, pero la diferencia está más en la efectividad que se espera que en los indeseables efectos adversos, los cuales son impredecibles con cualquier medicamento.  

Por tanto, el principal consejo es que aprovechemos el primer hueco que se nos ofrezca y nos vacunemos todos, y muy especialmente las personas con síndrome de Down, y la vacuna de Pfizzer sería una magnífica opción para ellos, pero no la única.

Ahora llega el verano en el hemisferio norte y quisiéramos esas vacaciones que desde hace dos años no disfrutamos. Sabemos que el aumento de la movilidad, las aglomeraciones, los contactos innecesarios, la relajación, los espacios cerrados..., son factores favorecedores del contagio, pero también sabemos que el alejamiento prudente, el aire libre, el uso de mascarilla cuando menos en espacios interiores, la higiene y lavado repetido de manos, el avance de la vacunación..., son protectores. ¿Qué hacemos entonces? Pues mantener estas medidas tal como hemos venido haciendo, teniendo siempre presente que el riesgo ha disminuido pero no ha desaparecido, ante todo en los no vacunados. Si somos responsables no solo es que podamos, sino que debemos tener unos días de descanso, de desconexión, toda la sociedad, porque todos hemos sufrido mucho estos meses.

Ahora nos anuncian la no obligatoriedad de la mascarilla al aire libre, medida que está resultando discutida por no haberse consensuado ni siquiera debatido. Se anunció tiempo atrás que se aplicaría cuando se cumplieran unos criterios, cobertura vacunal e incidencia acumulada, que todavía no se cumplen, y eso es lo que genera dudas. Desde luego que todos tenemos ganas de relajarnos un poco en su uso y que podríamos prescindir de ellas en determinadas situaciones, pero seamos sensatos. No es lo mismo estar al aire libre en el campo que en una ciudad,  no es lo mismo estar en un parque espacioso que en una calle comercial, o estar haciendo cola donde sea. A todos nos viene enseguida a la cabeza el aperitivo en una terraza, felices toda la familia ya sin la mascarilla. ¿Están todos los presentes vacunados?, ¿hay personas de riesgo? ¡Cuidado!, a ver si tras año y medio se nos lía al final. El que no sea obligatorio llevarla no implica que haya que ir siempre sin ella.  Yo, vacunado, no me la voy a quitar de momento.

Y a la vuelta de las vacaciones, tras la desconexión, un pequeño esfuerzo para acercarnos un poco más a la normalidad en que vivíamos hace año y medio, porque la vida debe continuar, aunque ya nunca será lo mismo, pero no podemos caer en el miedo ni en la desidia. No hay que tener miedo, pero sí respeto. Además del coronavirus tenemos otros problemas de salud, que quizás hayamos abandonado un poco, la vista, la audición, el tiroides, la alimentación correcta, la piel, y también el ocio, el grupo de amigos, la otra familia, los proyectos de futuro..., y un aspecto que se ha afectado mucho, la salud mental. Ninguno somos lo que éramos, dormimos poco y mal, nuestras relaciones sociales se han resentido, y las familiares, estamos más tristes, preocupados, con mucha incertidumbre, etc, etc, Tenemos que salir de este pozo, y lo debemos hacer de forma individual pero entre todos, apoyándonos los unos en los otros, nuevamente con especial atención a nuestro gran objetivo, las personas con síndrome de Down, ya que muchas de ellas no nos van a saber transmitir esa misma inquietud, esa preocupación, ese miedo, esa tristeza... Ahí debemos estar todo su entorno para devolverles la tranquilidad, la alegría, la ilusión, en definitiva la normalidad en todos los sentidos, por la que tanto hemos luchado.   

 


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